Sangre errante es un relato sobre una familia que escapa de su tierra natal y su búsqueda de un lugar donde arraigarse.
Era un día brumoso de junio, de esos en que los fantasmas parecen habitar la niebla, nubes inmensas flotaban muy bajo, dando la impresión de envolverlo todo. Apenas eran las 11 de la mañana y era como si estuviera a punto de anochecer.
El viejo barco se veía como cansado de tan largo viaje, navegaba muy lento tratando de alejarse de la gran tormenta que se aproximaba de forma que encalló acercándose a la costa.
Sus tripulantes llevaban varias semanas de travesía, venían de lejanas tierras, huyendo de guerras y enfermedades.
Se sentían cansados y hambrientos, el capitán avisó que, por ahora, estaban atrapados en aquel banco de arena, y si querían podían bajar a tierra, estirar las piernas y ver si conseguían encontrar alguna cosa que necesitaran.
Esperarían a que, con el cambio de la marea, subiera el agua para escapar de allí.
Un grupo de algunas personas bajó a explorar y conseguir provisiones en un pueblo cercano, llegaron a lo que parecía ser una taberna, había varios lugareños allí conversando, almorzando y tomando café.
El olor de los alimentos, cocinados con ajo, cebolla, cilantros y ají es inconfundible, es olor a hogar y es igual en cualquier parte del mundo, el aroma del café recién colado, es algo que nos hace sentir en casa, aquellos olores inundaban el recinto y los forasteros sintieron una onda añoranza por su tierra.
Entre los pasajeros que bajaron del barco venían 4 miembros de una familia:
El padre Victorio, un hombre duro, curtido por los avatares de una vida de trabajo dedicada a su familia, tiene carácter fuerte y dominante, es arrogante y callado, solo habla lo necesario, quiere a sus hijos y los educa severamente.
La madre Dignora, amable de rostro dulce y sonrosado, amorosa con sus hijos y esposo, sus jóvenes hijos Aurora de 17 años, hermosa muchacha de largos cabellos dorados y ojos azules curiosos y vibrantes de vida.
Por ultimo Federico de 20, un joven muy apuesto y valiente, de ojos claros, pelo rubio y lacio, de complexión fuerte, debido a que nada largas distancias y además trabajaba todo el día con los caballos en la hacienda donde vivían.
Se sentaron en una mesa contigua a la ventana, un señor que parecía ser el dueño del bar se les acerco para preguntar que deseaban tomar, Victorio lo mira y dice…
–Por favor, póngame cuatro almuerzos y cuatro cafés; el hombre anota todo y pregunta ¿desea algo para llevar?
–Si; contesta Federico –puede prepararme para llevar: tocino, arroz, manteca, una libra de sal, café, azúcar, y un cartucho de harina de maíz por favor.
El hombre se retira para servirles el almuerzo.
Todos conversan animados sobre la tormenta que se avecina, ya caen las primeras gotas.
Algunos pasajeros salen aprisa para regresar al barco, Victorio y su familia permanecen allí sentados esperando el almuerzo y las mercancías que pidieron.
El dueño del lugar regresa con varios platos sobre una gran fuente y la coloca en una mesita auxiliar cerca de la mesa, todos se sirven y la familia come con avidez.
Al terminar de comer piden la cuenta y Victorio paga, sacando de su bolsillo un pequeño saquito que contiene muchas monedas de oro, el comerciante trae la mercancía, es una caja algo grande y Federico la carga en sus hombros, Victorio le paga al vendedor que mira con ojos avariciosos las relucientes monedas.
Abandonados
La lluvia ha disminuido y salen del lugar, al pasar por una dependencia que al parecer vende enseres como colchas y demás, Digna se detiene y entra, los demás la siguen…
—Mama, dice Aurora –mira que lindas mantas y parecen fuertes, compremos algunas para los camastros del barco que son muy incomodos.
Victorio las apura, —vamos Digna apúrate y regresemos al barco
Aurora rápida, ya ha elegido cuatro mantas y unas jarras blancas esmaltadas, unos platos con flores que le gustaron mucho y un juego de cubiertos, los del barco son muy toscos, piensa la muchacha, Digna saca de su bolsa una linda carterita bordada y paga rápidamente sin regatear pues ya comienza a caer una llovizna.
Salen tratando de regresar al barco lo antes posible, atraviesan el sendero que tomaron cuando venían en busca del pueblo…caminan aprisa veinte minutos, pero los agarra la tormenta, y se refugian en un caserón abandonado, alejado del caserío unos quinientos metros.
Están preocupados, llevan mucho rato fuera del barco, Victorio le dice en voz baja a Federico:
–Espero que no se haya ido el barco.
Al terminar la lluvia y los rayos, salen para buscar el barco, el camino empedrado esta encharcado por la lluvia caída.
Ya divisan la costa, pero el barco no esta. Se había marchado llevándose sus pertenencias, que, aunque no eran muchas, los afectaba grandemente pues allí estaba toda su ropa y enseres personales.
Regresan al caserón abandonado es casi de noche ya…Habían transcurrido cinco horas desde que llegaron a aquel lugar y la llovizna persistía. Estaban cansados, Victorio le dice:
–Federico tratemos de improvisar algo para pasar la noche aquí, tu busca agua del rio con las cantimploras, que yo prepararé para que Dignora pueda cocinar algo de las provisiones que compramos.
Federico toma las cantimploras y sale bajo la llovizna, Aurora lo llama
–Hermano espera que te acompaño, y corre detrás llevando la jarra que acababa de comprar.
El río que pasa cerca del caserón está algo crecido por la lluvia, los jóvenes se aproximan con cautela a la orilla, Federico sostiene fuerte a Aurora que se inclina para llenar las cantimploras y la jarra, de pronto ven que la corriente arrastra lo que parece ser un caballo y hay una persona agarrada a su cuello, el joven sin pensarlo suelta a su hermana y se lanza de cabeza a la poderosa corriente.
Con fuertes brazadas logra llegar hasta donde están y trata de ayudar agarrando la soga del caballo y tirando de ella hacia la orilla, logrando escapar de la corriente en aguas más abajo.
Al salir ve que es una joven, la muchacha casi sin mirarlo, le da las gracias y se marcha, como si huyera de algo, Federico la ve marcharse y regresa buscando a Aurora, pero esta ya viene con su padre, sus rostros denotan gran preocupación y respiran de alivio al ver al joven sano y salvo.
Regresan a la casa conversando sobre el suceso, Federico les cuenta que era una joven y que solo le dio las gracias y se marchó muy rápidamente.
—Actuó muy raro, como si temiera algo…
Iré publicando algunos capitulos de ¨Sangre errante¨ todas las semanas