Sangre errante 3 Aradia, es la terecera parte de un relato sobre una familia que escapa de su tierra natal y su búsqueda de un lugar donde arraigarse y va dedicada para todos aquellos que de una manera u otra por diversos motivos se marchan para siempre de su tierra.
Aurora que ya está levantada tratando de ordenar las pertenencias se asoma por la ventana, y queda arrobada de ver la inmensa belleza del lugar, sale corriendo para ver de cerca las flores que crecen por allí cerca.
Hay muchos tipos, y una mata llama su atención, corta una rama y se la lleva a su madre:
—Mamá mira, creo que es una mata de hierba buena; Dignora la toma y le dice:
—si es esa misma, ve y trae un poco más de hojas para preparar un té.
El olor inunda todo, Federico entra sonriendo:
—Digna querida, adoro este lugar, ya no podré irme de aquí, ¿y ese olor? me recuerda las tardes en nuestra casa.
—Es té de hierba buena y hojas de limón que Aurora encontró, ven vamos a tomarlo.
Se sientan los tres y toman la bebida despacio, disfrutando callados, el canto de los pajarillos y la tranquilidad del lugar.
Dignora rompe el silencio;
—Victorio, que andará haciendo Federico, donde habrá ido si él ni conoce el lugar bien.
—Ahh déjalo mujer, que se dé una vuelta y vaya viendo las cosas de por aquí.
—Yo creo que ese lo que anda es tratando de ver a la muchacha de ayer.
Dignora hace un gesto con la cabeza negando,
—no mija que va, seguro ni se acuerda de eso ya.
Dignora se dirige a su esposo:
—Victorio ¿Qué piensas hacer, no podemos quedarnos aquí sin condiciones?
—tranquila mujer, estoy esperando a que llegue Federico para ir al poblado, veremos de quien es este caserón y si está a la venta.
En ese momento entra Federico.
—hola familia, les traje café y desayuno, dice depositando una caja con lo comprado.
Desayunan conversando animadamente.
Federico cuenta que oyó a unos lugareños hablar de que el barco está anclado en un muelle cercano al poblado, todos lo miran expectantes.
—¿y lo viste? Le pregunta su madre.
—no, no, no, vine primero a traerles desayuno, y para recoger a papá.
—bueno entonces vamos a ver que podemos recuperar y de una vez hablar con el alcalde del poblado para ver que puede hacer por nosotros; dice el padre levantándose y poniéndose el sombrero.
Salen caminando por el trillo de piedra, Aurora y Dignora los miran alejarse y comentan,
—ojalá y resuelvan recuperar algo, así gastaríamos menos en ropas y enseres del hogar.
—ahh mamá seguro logran traer todas las cosas.
—Dignora mira a su hija con ternura y una mezcla de lástima, por haberlos tenido que sacar de su país para empezar una nueva vida en este lugar tan ajeno y desconocido; le dice
—bueno mija pongámonos a organizar aquí un poco para hacer este caserón más habitable.
Aurora hace un mohín y toma de la cintura a su madre y juntas entran al caserón.
Las dos están entretenidas, intentan recoger todos los escombros que puedan, en un momento Aurora se da vuelta y mira a la ventana y pregunta:
—mamá ¿no te ha parecido ver a alguien asomada por aquella ventana que da al fondo?
Dignora la mira y luego a la ventana;
—chica la verdad que sentí como unas pisadas en la parte de afuera, vamos a ver quien anda por ahí.
Dan una vuelta por los alrededores de la casa y ya cuando van a entrar se les acerca corriendo un can negro y enorme, las dos se asustan, pero el animal solo las huele y se echa a sus pies, es entonces que al levantar sus cabezas ven a la chica parada frente a ellas.
Aradia
Dignora la mira y piensa que debe tener la edad de su hija Aurora, es rubia, sus ojos son almendrados, rebeldes, se ve muy fuerte, su piel está curtida por el sol, es muy alta y esbelta, se ve desaliñada, con la cabellera despeinada e insurrecta.
La joven las mira desconfiada, de pronto parece mirar en dirección a la casa, algo por detrás de ellas y mueve su cabeza de un lado a otro como negando, madre e hija se sorprenden y se dan la vuelta para ver que acontece, pero solo ven al hermoso perro echado en la puerta como un guardián.
Dignora se acerca a la joven; —hola ¿estás bien? ¿Cómo te llamas? La joven se aleja un poco y contesta con sequedad;
—Soy Aradia, ustedes ¿Por qué están aquí? Pregunta la chica, inquisitiva;
Dignora le pregunta a su vez:
—¿Eres de por aquí? ¿conoces a los dueños de la casa?
—La joven la mira preocupada, y responde:
—sí, vivo aguas arriba del rio; Queda pensativa unos instantes y dice despacio como mordiendo las palabras;
—El dueño de la casa vive en el poblado;
La muchacha silva fuerte y enseguida aparece su caballo, es alazán, muy hermoso y fuerte, ella monta de un salto, llama a su perro que sale disparado para alcanzarla en su galope.
Aurora comenta sorprendida;
—Es la chica del río, la que mi hermano ayudó a salir del agua ayer.
Dignora la mira y responde;
—Sí, ya me había dado cuenta, sucede algo raro con esa chica, esperemos que no tenga algún tipo de problema mental o algo así.
La hija la mira y responde;
—Que dice madre, ella está perfectamente, solo que no nos conoce de nada, es normal que actúe así.
Pero la madre mueve su cabeza y queda pensando en la forma como la chica miró para la puerta de la casa, parecía estar haciéndole señas a alguien, no le dijo nada a su hija, no quería preocuparla.
Ahh madre ya tengo deseos que regresen papá y Federico, ojalá que resuelvan donde vivir, porque por aquí está caótico.
Las dos intentan ordenar un poco el viejo caserón, Dignora recorre el techo con su mirada, y ve que están algo deterioradas las tablas que sostienen las tejas, también hay muchas partidas.
Caminar o correr a la vera del río, cerca de la sierra, durante una hora bien temprano en la mañana, antes de comenzar la jornada, es algo que alegra a Aurora y la fortalece…