La gratitud hay que forjarla, no viene incluida en el corazón
Al final de la tarde fría, el señor Antonio recibe la visita inesperada de sus dos hijos. Uno es médico, el otro ingeniero.
Ambos exitosos en sus profesiones.
Hace menos de una semana sufrió la muerte de su amada esposa.
Antonio tiene lágrimas en los ojos. Se siente abatido por la pérdida que cambió el rumbo y el sentido de la vida para él.
Sentados en la mesa de la sala de una casa sencilla y simple, donde vive ahora solo, sus hijos conversan sobre como va a vivir de ahora en adelante.
Un frío recorre la espalda de Antonio. Es tan pronto y ellos tratando de convencerlo de que lo mejor para él, es vivir en un hogar para ancianos.
El anciano reacciona…
Argumenta que la sombra de la soledad no le asusta y la vejez, mucho menos.
¿Pero sus hijos insisten «preocupados»?
Lamentan, mientras tanto, que las dependencias de sus amplios apartamentos junto al mar estén ocupadas y, por lo tanto, su padre no pueda estar ni con uno, ni con otro…
Además, agregan que ellos, sus nueras y nietos viven muy ocupados.
Así que no tendrían como atenderlo.
El señor cansado argumenta ya sin mucha convicción que, en ese caso, ellos bien podrían ayudarle a pagar una cuidadora.
Frente a él, sus hijos, el médico y el ingeniero dicen que serían necesarias, en realidad, «tres cuidadoras en tres turnos y todas con cartera firmada». La gratitud hay que forjarla no viene incluida en el corazón
🥺😢
Lo que sería, en tiempos de crisis, una pequeña fortuna al final de cada mes.
El señor Antonio se niega a aceptar la propuesta de vivir en un refugio.
Y aquí viene otra sugerencia: le piden que debe vender la casa.
El dinero servirá para pagar los gastos del hogar a donde irá para siempre, para que nadie se preocupe. Ni ellos, ni él.
El pobre anciano se rinde a los argumentos por no tener más fuerzas para enfrentar tanta ingratitud y frialdad.
Cierra los ojos y no habla del sacrificio que he hizo durante toda si vida para financiar los estudios de ambos.
No dice que dejó de viajar con la familia a algún paseo, de frecuentar buenos restaurantes, de ir a un teatro o comprar un coche, para que nada les faltara a ellos. No valdría la pena alegar tales hechos a esa altura de la conversación.
Triste realidad a la que debemos prestar atención…De ahí, sin decir una sola palabra, decide juntar sus pertenencias.
Triste realidad a la que debemos prestar atención…En poco tiempo, ve toda una vida de trabajo y esfuerzo, resumida en dos maletas. Con ellas, se embarca hacia otra realidad, mucho más dura.
Un hogar para ancianos, lejos de los hijos y los nietos.
El triste anciano monta en el carro, mientras sus hijos conversan.
Pasarán a sus casas para que se despida de sus nietos, y marche a un asilo en brazos de la soledad.
Es cuando Antonio reflexiona y reconoce que pudo enseñar valores morales a sus hijos.
Pero no pudo transmitir a ninguno de los dos una virtud llamada GRATITUD.
La culpa es nuestra por cuanto siempre le estamos dando lo que quieren o piden, cuando debemos enseñarle que deben «ganárselo». ¿Cómo?
Trabajando con esfuerzo, ayudando a limpiar la casa, cocinar, lavar platos, etc., para cuando lleguen a adultos sepan que las cosas se consiguen con esfuerzo.
Y sean responsables y gratos, quieran a sus padres por haberle enseñado a ser buenos hijos.
La juventud actual te busca cuando quiere algo, cuando te necesita, pero cómo es lógico existen sus excepciones.
Al llegar a casa de uno de ellos, ya están todos allí reunidos para la despedida, son 5 nietos.
Dos son hijos del médico una muchacha que estudia en la universidad y un adolescente.
Los otros tres son del ingeniero, el mayor estudia en la universidad, una joven que aún está en preparatoria, y el más pequeño de solo 8 años, se llama Tony, en homenaje a su abuelo.
El pequeño Tony sale corriendo a abrazar a su abuelo, quiere que se quede con él.
Pero su padre le dice que no, que debe irse a un asilo.
El pequeño pregunta por qué.
Sus padres les explican que ellos no tienen tiempo para cuidar del abuelo.
Entonces el niño se abraza a su abuelo y le dice que el cuándo crezca va a trabajar en un asilo.
Para poder cuidar de él allí y de sus propios padres cuando sean viejos y tengan que ir para ese mismo hogar de viejitos, y así no tener que separarse nunca.
El médico y el ingeniero no supieron que decir, abrazaron al anciano y lloraron al darse cuenta de cuan injustos estaban siendo con aquel ser que había dado todo por ellos.
Desde ese día el señor antonio pasó una temporada en casa de cada uno, pero lo más importante es que pudo seguir en su hogar, donde recibe ayuda de una cuidadora financiada por sus hijos y también sus nietos pasan tiempos con el.
Y que ellos también llegarían a esa edad.
La gratitud hay que forjarla, no viene incluida en el corazón de los humanos, a no ser que se le haya inculcado amor y temor a Dios primeramente.
Pido disculpas por manifestar lo que pienso, pero deben saber que cuando lleguen a ser «viejos» querrán ser bien tratados por sus hijos y/o nietos y eso no se consigue con dinero sino con la bondad sembrada en sus corazones.
Triste realidad a la que debemos prestar atención, relato está basado en una historia real que leí en la web, espero les ayude a reflexionar sobre su propio futuro y el de sus adultos.
Les envío un fuerte abrazo a cada una que me lee. Me encanta compartirles en mi blog historias que sirvan de alguna forma para ayudar.
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