Estábamos de luna de miel. Amelia y yo decidimos pasarla recorriendo lugares nuevos. Nos había agarrado la noche en la sierra y sin conocer la carretera era para volverse loco; pero tenía que mostrarme sereno ante ella para no alterarla aún más.
Le di marcha al carro y me fui manejando sin correr mucho, pensaba en quedarnos en el primer hotel que viéramos y seguir nuestro camino durante el día; pero aquello se veía muy improbable estábamos en medio de la sierra y sin saber muy bien porque rumbos, mi esposa sacó entonces un mapa de carreteras para ubicarnos y así poder llegar a algún punto conocido.
No tardamos mucho en ubicarnos y más adelante quedaba un poblado más o menos grande y quizás alguna pensión donde quedarnos. As i que me fui seguro y esperando ver la luz del poblado en cualquier momento. No tenía mucho rato manejando por aquellos caminos cuando tomamos una pronunciada curva y luego un tramo largo, de pronto a lo lejos vimos las luces traseras de un vehículo que parecía estar ladeado en un vado a un lado de la carretera, al pasar cerca del vehículo nos dimos cuenta que había chocado con un árbol, la parte delantera estaba hecha pedazos y el parabrisas roto. Me detuve unos metros más adelante y me bajé para ver si podía ayudar.
Al acercarme al auto siniestrado, tristemente me di cuenta que venía una pareja, estaban cubiertos de sangre, el hombre tenía la cabeza metida en el volante y aplastada en el tablero del auto, mientras que la mujer estaba prensaba entre la puerta y el asiento, su rostro había sido partido en dos, aquello me ocasionó un pánico que me dejó en shock y temblando al ver la horripilante escena, al mirar la parte trasera del auto, me percate que venía otra persona, era una niña que estaba acurrucada en el asiento trasero, parecía estar inconsciente por que no se movía y pensé que también había muerto, aunque la parte trasera no había sufrido daños.
Intenté abrir la puerta; pero esta se había atorado y me asomé de nuevo, esta vez la niña parecía estar sentada en el asiento llorando y tomándose el rostro con las manos, su largo cabello negro parecía cubrir su angustia y el dolor de haber perdido a sus padres. Me regresé al auto, mi mujer estaba parada a un lado temblando y claramente nerviosa. Saqué una herramienta para tratar de abrir la puerta y sacar a la pequeña, quizás llevarla a un hospital. Cuando regresé noté con extrañeza que la chiquilla no estaba.
Eso me dejó con una gran duda y con algo de temor. Era imposible que hubiera salido, mi esposa jamás vio salir a nadie del auto y yo estaba seguro de haberla visto llorar amargamente. Sin saber que pensar, le dije a mi mujer que la niña no estaba, que no sabía a donde había ido. Amelia siempre fue creyente de cosas de fantasmas y se asustó enormemente, me rogó que nos fuéramos de ahí y que llamáramos a los servicios de emergencia, eso era todo lo que podíamos hacer. Aunque nunca había visto a mi esposa aterrada, estaba a punto del llanto cuando accedí que nos fuéramos del lugar.
Mi esposa rompió en un llanto de miedo y pena por la pareja y por la situación de la chica. Yo aún no entendía cómo es que se había salido del auto o si en realidad lo que vi era alguien. No terminaba de pensar eso cuando en un instante los faros del vehículo iluminaron lo que parecía ser una persona corriendo por la carretera, para mi sorpresa era la pequeña que parecía haber visto en el auto siniestrado.
Pequeña y delgada de cabello largo y una bata blanca con encajes, toda llena de sangre, parecía correr con desesperación, apenas dije: esa es la niña”. Amelia se alteró y se puso tensa, sin pensar sus palabras fueron “no te pares” Sin saber qué hacer, quise por un momento parar y ante la insistencia de mi mujer no lo hice, me seguí de largo no sin antes ver el rostro de aquella chica.
Estaba pálida y con un enorme gesto de tristeza y angustia. En cuanto vi que desapareció del camino, le dije a Amelia que se calmara que ya íbamos rumbo a un hotel y pronto llegaríamos a un pueblo, ella comenzó a decir que tenía miedo. Que sus abuelos siempre le hablaron de apariciones o ánimas que rondaban esos caminos de la sierra en busca de paz y que a veces venganza, que nadie sabía que le tocaría en suerte y más viniendo de noche. Después de decirme eso sentí escalofríos; pero no era de esas personas creyentes de fantasmas. Al ir subiendo por las curvas mi mujer por la impresión y por el movimiento sintió náuseas y ganas de devolver.
Como pude me paré a un lado de la carretera y la ayudé. Luego de que se sintió mejor, su rostro cambió a una mueca de horror, sus ojos casi salidos de sus orbitas contrastaron con unos labios que comenzaron a temblar como queriéndome decir algo. Corrí y la abracé, estaba temblando y helada. Al preguntarle que sucedía, tan solo levantó su mano y señaló algo.
Al voltear una corriente eléctrica me recorrió de pies a cabeza y la impresión produjo que mi corazón se acelerara. A unos metros de nosotros estaba la niña del accidente. Estaba de pie, descalza y con el rostro pálido y sus ojos reflejaban soledad y tristeza, estaba delgada hasta los huesos. Cosa que no había visto antes en el accidente. Casi con mi mujer a rastras la subí al coche y le di marcha para alejarnos de ahí.
Manejé lo más rápido que pude y al dar la vuelta en una curva mi mujer comenzó a balbucear algunas palabras que no entendía, al final de sus frases tan solo me dijo: “¿Que quiere?” Luego de decir esto se quedó en total silencio y con los ojos cerrados, segundos después escuchamos en el interior del auto una voz infantil que decía: “A mi mamá”, casi de inmediato Amelia comenzó a gritar histérica tapándose la cara y yo voltee de inmediato a la parte trasera del coche, cada músculo de mi cuerpo se tensó al ver que la niña venia sentada en la parte trasera, con su rostro pálido y demacrado; luego de verla, dibujó en aquel rostro fantasmal una sonrisa y comenzó a reírse con una sonrisa breve y silenciosa.
Mi mente se desconectó completamente, el miedo hizo que me paralizara y en vez de frenar aceleré el auto. Mi esposa gritaba con todo el terror que le pudo salir de su garganta y lloraba intentando que todo aquello fuera irreal. Yo con las manos temblando no sabía qué hacer, el frio nos invadió a ambos y de pronto unas luces que iluminaron el camino me alertaron que venía un vehículo de frente. Lo único en lo que pensé fue en volantear y eso fue todo.
El auto cayó a un barranco no muy profundo; pero lo suficiente para que este diera varias vueltas. Entre los gritos de pánico de mi esposa y los míos, vi con horror que ella salía por la ventanilla rota, no llevaba el cinturón puesto y el golpazo fue terrible, el horror se apoderó de mí, al ver que había sido expulsada del auto y luego un gran ruido al caer al fondo del barranco.
Estaba medio inconsciente y luego entre sombras y ruidos raros pude observar que frente a mi estaba el rostro de la niña, la veía borrosa y después la nada…Desperté pasados varios días en el hospital, era de noche, Amelia a mi lado me miraba fijamente, traía una bata blanca vaporosa y con encajes, me dijo descansa amor, pronto estaremos juntos en casa.
En la mañana al despertar no la veo, solo está el doctor y le pregunto ¿mi esposa fue a desayunar? me mira sorprendido de verme despierto, me dice lo siento su esposa murió en el accidente.
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Me encanta como escribes. Gracias.