Los guardianes de la bondad, ellos aparecen donde menos se esperan…
Llovía intensamente, los truenos eran tan fuertes que parecían explosiones, Glenda era una joven estudiante que trabajaba en un pequeño restaurante, para pagar sus estudios.
Huyendo de la lluvia entró al lugar un perro grande y de aspecto desaliñado, parecía estar hambriento.
Glenda lo acaricio suavemente, le trajo un plato de sopa caliente, el animal agradecido lamio sus manos, fue y se quedó dormitando, cerca de donde atendía Glenda.
Anochecía ya, el encargado lo quiso echar, pero Glenda intercedió:
–Afuera llueve mucho, seguro no tiene donde pasar la noche, le dijo intentando convencerlo que lo dejara quedarse.
–Me da igual, si quieres llévalo a tu casa, no lo quiero por aquí.
Ella acaricio suavemente al animal y le pidió que se marchase, el animal, muy dócilmente salió. Los guardianes de la bondad, ellos aparecen donde menos se esperan…
Glenda tenía los ojos llenos de lágrimas, fue con él, tratando de guiarlo hasta un lugar seco, lo acompañó hasta una garita abandonada, estaba llena de escombros y la joven le puso su chaqueta en el suelo, el animal cansado se echó sobre ella y allí se quedó.
Ya era tarde, el restaurante cerró, había escampado y Glenda optó por caminar hasta su casa, hacía frio así que recordando su chaqueta y al perro se dirigió al lugar donde lo había dejado.
Al llegar vio con asombro que ya no estaba, pero su chaqueta si, la tomó y salió apresurada, ya era tarde y aunque vivía cerca, quería descansar, tenía clases a horas tempranas.
Iba caminando aprisa cuando se percató que alguien la seguía, podía escuchar sus pasos, ella caminó lo más aprisa que pudo, todo estaba solitario no podía pedir ayuda a nadie…
En eso reparó en otro bar aún abierto, entró pensado de allí llamar a su mamá para que la recoja en su carro, el bar estaba vacío, sólo estaba una joven que limpiaba el mostrador, Glenda le explicó su situación
–Entiendo que estas asustada, si quieres puedes esperar y te acompaño, le dijo la camarera.
No, gracias llamaré a mi madre, lo intentó, pero su mama no respondía el celular, entonces de nuevo la camarera le ofreció acompañarla.
Glenda aceptó, la joven le parecía bondadosa.
— Voy a ver que todo esté en orden en la despensa y luego nos vamos.
Regresó y juntas abandonaron el bar, llegaron a un edificio destartalado.
La joven miró sorprendida el lugar, nunca se había fijado antes en este edificio en particular, fue cuando se dio cuenta que no era su camino habitual, y se lo dijo a la joven, pero ella le indicó que por aquí llegaban más rápido.
Al pasar cerca de la entrada fue cuando un hombre surgió de la sombra la agarró con fuerza tapándole la boca y la camarera en vez de ayudarla, solo sonreía.
Que ironía, huyendo fuiste a meterte en la guarida del monstruo, él es mi jefe y le gustan los bomboncitos como tú, te ha estado siguiendo hace un tiempo.
Entonces el hombre la arrastró hacía dentro dispuesto a violarla…
…pero, de las tinieblas surgió un enorme perro con los ojos color sangre. Los guardianes de la bondad, ellos aparecen donde menos se esperan…
La camarera al verlo salió huyendo aterrada, el hombre tiró a Glenda y se enfrentó a la bestia sacando una navaja, pero aquel perro era gigante y estaba tan furioso, no era lo mismo que someter una muchacha indefensa.
El perro le destrozó el brazo, lo tenía en el suelo sobre un tremendo charco de sangre y no lo soltaba, Glenda lo miraba aterrada, entonces el perro fue hasta ella, Glenda se tapó el rostro esperando lo peor…
…en aquel momento ella sintió como lamian su rostro, abrió sus ojos y lo miró, allí estaba frente a ella imponente, tranquilo;
…era el mismo perro que ella había protegido en el bar, Glenda lo abrazó y juntos se fueron lejos de aquella bestia que se retorcía de dolor
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