La novia está como adormecida, y la mirada triste,
extraviada, oscura, sabe que su novio ya no existe,
en el centro del lugar está el féretro, grande y negro,
parece como arrullarlo, sus ojos no pueden verlo.
Queda triste y en silencio, la familia está abrumada,
no comprenden lo que pasa, que su hijo está en la nada,
la joven regresa a casa, llena de tantos recuerdos,
mira la grieta en la pared, que su arreglo no dio tiempo.
La novia pasa su mano por la escalera dañada
y recuerda que rechinaba avisando su llegada,
aquel olor de las especias, que tanto a él le gustaban
y los rincones colmaban, le devuelven sus tormentos,
angustias que están resientes, abren su pecho y lo rasgan,
le recuerdan que no existes, que no vuelves, ya estás muerto.
No vuelves de allá tan lejos donde tu espíritu duerme,
entre los seres alados ¿serán blancos, serán negros?
ya estás sola, te estremeces, corres al baño, al espejo,
te miras y solo gritas ¡ME ALEGRO DE QUE ESTES MUERTO!
Ya estás sola, ya no finges, para esconder tu dolor
al mundo que está ignorante, desconociendo tu horror…
…cuando el tu cuerpo violaba, y gritándote ¡tú eres mía!
contra la pared golpeaba tu cabeza, y se reía.
Querías marcharte muy lejos, pero él no te dejaba,
con amenazas veladas te mantenía atrapada,
hasta el fatídico día, que tratando de agarrarte
rodó por las escaleras para ya no despertarse.
Maricel 03/04/2018