La niña Laura de 6 años, gusta de jugar en un bosque cercano a la casa, allí se siente segura, habla con los colibríes, ellos siempre le cuentan historias de los lugares que visitan, y ella le habla de sus clases, que nuevo verbo había aprendido, y por qué su mama la regaña cuando habla con ellos.
–Laurita…le dice su mamá –deja esas cosas, de hablar con los animales, ellos no te entienden, y las personas van a creer que estás loca.
Su mamá, no entendía sus voces… hasta aquel día…
Laurita como de costumbre, agarró sus muñecas y se fue a jugar a su lugar favorito, debajo de un viejo ciruelo, cuyo tronco a veces le susurra cuentos, ese día al llegar, notó que estaba serio y callado, y que los colibríes estaban revoloteando sin parar cerca de su cabeza, ella estaba asombrada, nunca los había visto así…
De pronto la pequeña sintió una mano que le tapó la boca, y asustada comenzó a patalear, no entendía que sucedía, que era lo que la arrastraba…
Mientras la mamá de Laurita, en casa, miraba extrañada el comportamiento de aquellos pajarillos, no paraban de acosar a Jack, el gigante mastín, parecían querer sacarle los ojos, y él, desesperado tiraba de la cadena queriendo romperla, y ladraba muy fuerte en dirección al bosque, entonces ella, temiendo que su perro se dañase, se acercó y lo soltó.
En el justo momento de ser liberado Jack emprendió una loca carrera, cosa que la dejó pasmada, pues él, siempre muy amistoso con los habitantes de la casa, se echaba a sus pies.
Laurita lloraba y se retorcía, haciendo más difícil a su captor transportarla, y veía entre lágrimas como se alejaban de su casa, ya casi llegaban a una camioneta, fue cuando Laurita recibió un fuerte empellón y rodó por el suelo, en ese momento, la niña sintió como Jack lamia su cara, y vio al extraño correr hacía la camioneta y tomar un arma, percibió la fiereza de Jack al abalanzarse sobre el hombre, que la miraba horrorizado justo antes de que el gigante mastín le aplastara el cráneo entre sus dientes.
Ahora, su madre tiene todo el patio lleno de flores plásticas, con aditamentos que sirven para poner el aguamiel a los colibríes, ellos llenan todo con su algarabía y cuando Laurita quiere visitar el viejo ciruelo, ella y su fiel mastín, Jack, que nunca más ha vuelto a estar encadenado, la acompañan…
2 comentarios
Qué bonita historia, me recordó cuando mi perro me defendió de un coyote en mi infancia …
Que bonita historia, me recordó cuando mi perro me defendió de un coyote en mi infancia…