Le gritaba bajito,
pero no me escuchaba,
sus paredes demasiado gruesas
ya tenían sus propios susurros,
y mi voz se fue apagando,
se fue escondiendo en un verso…
…un verso prendido a mis labios,
encendiendo el sabor del suplicio,
disculpando el dolor de un adiós.
Maricel 24/02/2019