Nunca pretendamos ser jueces,
perdonemos, pidamos perdón,
todos hemos sentido,
una que otra vez
la mordedura del mal,
solo que, no lo dejemos
echar raíces en nuestra alma,
desenterremos pronto el rencor,
y con las aguas del llanto,
lavemos la herida
dejémosla correr
arrastrando las penas
y sanándonos…
…y nunca,
de ningún modo
rompamos el vaso
donde bebimos
hasta saciar la sed…